La energía es una de las necesidades básicas de la humanidad y se la reconoce debidamente en la Agenda 2030 como un componente fundamental para el progreso humano. El ansia mundial de energía parece insaciable y muchos países persiguen el desarrollo del sector energético a cualquier costo. El costo, por lo tanto, será una carga para la próxima generación. La actitud actual para alcanzar el ODS 7, también en relación con los demás ODS, es inadecuada. El ODS 7 promete: garantizar el acceso universal a servicios de energía asequibles, confiables y modernos; aumentar de manera considerable la participación de la energía renovable en la matriz energética mundial; duplicar el índice mundial de mejoras en la eficacia energética. Estas metas requerirán inversiones que van más allá de los negocios habituales de las familias, del gobierno en todos los niveles y de las empresas, ya sean grandes o pequeñas. Si bien el papel de las empresas es fundamental y puede ser constructivo, los intereses corporativos también trabajan para debilitar este objetivo.